Por Magdalena Poblete Castro
Entre los variados perritos y gatitos con problemas neurológicos que hemos tenido y seguimos teniendo en nuestra fundación, se encuentra el caso de Coqui. Él es un perrito valiente, que tenía como diagnóstico dos hernias discales en su columna vertebral. Te invitamos a conocer la historia de nuestro guerrero y su final feliz con su hogar temporal, leyendo el siguiente artículo.
Coqui tenía como compañero a una persona que se encuentra en situación de calle. Un día, su tutor llamó a nuestra fundación porque se percató de que su perro no podía ponerse de pie, creyendo que había sido causa de algún atropello. Nosotros acudimos al lugar en donde se encontraba este animal, para llevarlo inmediatamente a un profesional y que le hiciera los exámenes correspondientes.
Néstor, médico veterinario con especialidad en neurología, fue quien llevó el caso completo de nuestro rescatado. El profesional nos dio a conocer que Coqui padecía una lesión en su médula espinal toracolumbar, lo que involucra ausencias específicas en sus capacidades neurológicas del tren posterior. Esto se traduce en dificultad para caminar, por lo que se tomó la decisión de realizarle un tratamiento farmacológico.
Si su tratamiento farmacológico no daba resultado, Coqui tendría que ser sometido a una resonancia magnética. Lamentablemente, nuestro rescatado no respondió de forma positiva a la primera parte del tratamiento, por lo que tuvo que realizarse la resonancia, demostrando así que efectivamente tenía hernias discales en su médula espinal toracolumbar
El profesional nos explicó que las hernias discales son una enfermedad que proviene de los discos intervertebrales. Éstas son almohadillas que están posicionadas entre vértebra y vértebra, para amortiguar los impactos que sufren cada una de ellas cuando se efectúa el movimiento.
Existen razas de perros que tienen una predisposición genética a que el disco se degenere. Para ser más específicos, el disco posee un anillo y en su centro tiene un gel llamado núcleo pulposo. Este es una estructura gelatinosa muy hidratada, pero por la genética de algunas razas, comienza a ser reemplazada progresivamente por cartílagos. Esto hace que el disco se ponga rígido, lo que conlleva a que el material se fatigue, volviendo al núcleo anormal, generando un fenómeno llamado extrusión. La extrusión libera todo el contenido del núcleo en estado de cartílagos y golpea la médula espinal, provocando una discapacidad aguda en algunos perros.
En este caso, Coqui tenía protrusión, la cual es otra enfermedad del disco. El profesional nos comentó: “En vez de que se le rompiera el disco, se deformó, lo que generó un sobre levantamiento en el piso del canal vertebral, provocando la comprensión de la médula espinal y/o raíces nerviosas. Al estar apretadas, se restringe el flujo sanguíneo, funciona mal o no funciona y, por otro lado, las raíces nerviosas se aprietan, lo que genera dolor. Precisamente eso pasó con este perro”.
Para la fortuna de Coqui, dichas compresiones de la médula espinal no fueron severas y, además, evolucionó de buena manera en su rehabilitación, por lo que el médico veterinario tomó la decisión de realizarle tratamiento médico con antiinflamatorios y analgésicos, los cuales bajan los dolores neuropáticos. Adicionalmente, tuvo que realizar un reposo estricto por 21 días para que no existiera algún movimiento brusco en su columna. Los corticoides también le ayudaron a aliviar su enfermedad. De esta forma, el profesional los pudo ir retirando de manera paulatina.
Un año después del inicio de esta historia, Coqui demuestra una recuperación exitosa, volviendo a caminar prácticamente de forma normal, sin dolores en su espalda. Algunos de los consejos que nos dio el médico veterinario para que no le aparezcan nuevas hernias, fueron controlar su peso y que realice ejercicios de baja intensidad.
Coqui en la actualidad se encuentra en Temuco junto a una familia maravillosa que lo acogió como hogar temporal.